De la mano de un fuego de invierno,
de un verano en pleno otoño,
apareciste vos, entre rosas y un moño.
Supiste enseñarme mi lugar,
los silencios, palabras que debía pronunciar,
cómo mirarte, acariciarte,
y casi sin pensarlo,
llevarte al lugar que pocos, han pisado.
El silencio es la perfección, [ me dijiste ]
para hacer de esta oscuridad,
un lugar para los dos,
que al fin al cabo fuimos uno,
y aunque estemos en invierno
sin mantas ni colchón;
calor, sobró.
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