Un marzo como ninguno de los otros
un enero como siempre, lleno de esbozos,
si voy acá o me quedo allí,
el año empieza y yo aun aquí,
sentado en la misma roca en que me dejaste
mirando pasar la gente sin poder dejar de pensarte.
Finalmente como creía imposible,
vino Abril, Mayo, Junio, Julio,
y con ellos el frío de un invierno
que a cada segundo se resolvía a ser eterno,
no daba ni tregua ni flaquezas,
era sin duda, la punta de este averno.
Dejé pasar el tiempo, las horas
todas, en su extensidad, vanas,
hice cartas y promesas,
te escribí canciones y poemas.
Mi alma, en vilo,
recordó los tiempos sencillos
en que una sonrisa, un abrazo,
podía cambiar el rumbo de nuestros pasos,
y finalmente lloró,
tomó (el alma) las rosas que dejaste en mi jardín,
el perfume que entre mis ropas alguna vez quedó,
los regalos que alguna vez recibió,
los miró y examinó cada detalle,
y aunque muchos crean y digan
que se abrazó con la melancolía y volvió a llorar...
respiro profundo
y finalmente, sonrió.
Sonrió, porque por más que terminó,
alguna vez sucedió;
Sonrió, porque recordó,
que tras el invierno siempre sale el sol,
y con el sol la primavera.
"Podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán la primavera". (Pablo Neruda)
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